Salarios, precio de las materias primas, amortización de la maquinaria… Los costes a los que se enfrenta cualquier tipo de empresa son numerosos. La literatura existente sobre costes empresariales es infinita, pues existen multitud de clasificaciones y reglas para su minimización.
Cualquier empresa sabe que una buena gestión de los costes es esencial para la consecución de los objetivos corporativos, pero pocas saben realmente llevarlo a la práctica. En este artículo intentaremos dar un acercamiento teórico al concepto costes para saber cómo aplicarlo en la praxis.
Tipos de Costes
En la teoría empresarial solemos diferenciar como categorías básicas los costes fijos y los costes variables. Los costes fijos son aquellos que la empresa ha de mantener o soportar a pesar de encontrarse en una situación de inactividad, y los costes variables son aquellos que dependen del nivel de producción.
Entre los costes fijos podemos incluir el arrendamiento del local y la maquinaria, los costes derivados de servicios externos que tenga contratada la empresa, los gastos corrientes de luz y agua, impuestos, etc. Cada empresa tendrá idiosincrásicamente unos costes fijos u otro en función de las inversiones que haya decidido realizar.
En los costes variables se incluyen la mano de obra, la materia prima, los envases, embalajes, etc. Sobre estos costes la empresa tiene más capacidad de decisión a corto plazo, pues varían en función del volumen de producción deseado.
Un concepto básico en microeconomía es el coste marginal. Este mide lo que varía el coste total cuando varía la producción. Es un concepto que se usa para buscar el punto óptimo del nivel de producción de una empresa y conseguir así resolver el problema de optimización básico de minimización de costes y maximización de beneficios.
Costes, productividad y precios
El concepto costes está muy ligado a la productividad, y la relación que los une es la ley de rendimientos decrecientes. En economía, esta ley dice que a medida que la producción aumenta, añadir más y más factores productivos no supone un aumento infinito de la productividad, sino que a partir de cierto punto la productividad es menor, de manera que el exceso de factores productivos lo único que provoca es un aumento de los costes. Imaginemos una planta de producción limitada en la que metemos más y más trabajadores. Muchos de estos permanecerían ociosos, por lo que serían recursos sin sentido.
Un correcto cálculo y conocimiento de los costes de una empresa es esencial a la hora de fijar los precios de nuestros productos. Normalmente, en entornos competitivos, los empresarios fijan los precios en función de los de los competidores, es decir, al llamado precio de mercado. A la hora de ganar competitividad esto es esencial, pero también lo es la gestión propia de los costes de la empresa para que se correspondan con los ingresos y sea posible mejorar la rentabilidad de la empresa en el tiempo.
Gestionar costes es invertir en innovación
Teniendo en cuenta que una empresa ha de igualar costes a ingresos mediante una correcta asignación de los recursos y un buen plan logístico, nos podemos plantear una nueva pregunta: ¿existe alguna manera de, dado un nivel de recursos y costes asumibles, incrementar la productividad? Aquí entran en juego los conceptos innovación y tecnología.
La búsqueda constante de alternativas más económicas, la inversión en I+D, la investigación en mejora de los procesos y la implicación de todos los actores de una empresa en este proceso debe ser algo activo en la cultura de empresa. Gestionar costes es también esto, mantener a toda la empresa involucrada en la búsqueda constante hacia la máxima optimización de los recursos y un eficiente control de las cuentas anuales de la empresa.