La financiación es clave para el desarrollo de un proyecto empresarial. Las organizaciones tienen a su disposición diferentes fuentes de financiación como inversores, fondos públicos o business angels. Del mismo modo, el financiamiento bancario es otra vía a la que pueden recurrir las empresas, siendo el crédito y el préstamo dos de los instrumentos más habituales.
En este artículo centramos la mirada en ellos, crédito y préstamo; dos productos bancarios que, aunque comparten objetivo, son dos tipos de financiación que presentan claras diferencias, ¿las descubrimos?
¿Qué es un préstamo?
Un préstamo es un producto financiero que permite a una persona o entidad obtener una cantidad fija de capital al inicio de la transacción con la condición de reintegrar esta cantidad, además de los intereses acordados, durante un plazo marcado.
El reembolso del préstamo se realiza en forma de cuotas que se abonan generalmente de forma mensual, aunque se pueden pactar en las condiciones firmadas con la entidad acreedora otros plazos fraccionados (trimestral, semestral, anual…). Cada cuota del préstamo incluye una parte destinada a intereses y otra al capital amortizado.
La cantidad que se presta viene determinada por las necesidades y la solvencia del prestatario, y es habitual que el pago del préstamo se extienda durante varios años. Una vez que el prestatario ha devuelto la totalidad del importe adeudado al prestamista, en este caso la entidad financiera, la operación llega a su fin y concluye la relación contractual entre ambas partes.
Una hipoteca, un préstamo comercial o un préstamo de consolidación de deuda son algunos de los ejemplos de préstamos más comunes.
Podemos distinguir dos tipos de préstamos: garantizados y no garantizados. En cuanto a los garantizados, están respaldados por alguna garantía, que suele ser el mismo activo para el que se justifica el uso del préstamo. Un ejemplo sería un préstamo de coche que, en este caso, está garantizado por el propio vehículo.
Por otro lado, los préstamos no garantizados no están respaldados por ningún tipo de garantía, sino que se aprueban en función del historial crediticio del prestatario. Este producto financiero se suele conceder por cantidades de dinero menores y tienen asociadas tasas de interés más altas que los préstamos garantizados porque el riesgo que asume el prestamista es mayor.
¿Qué es un crédito?
Un crédito es una línea de financiación renovable a través de la cual una entidad acreedora fija un límite de capital y el prestatario puede disponer del mismo (en parte o en su totalidad, de acuerdo a sus necesidades) mientras la línea de crédito permanezca abierta.
De esta forma, el crédito proporciona al prestamista un acceso continuo y repetido a los fondos concedidos y solo tendrá que abonar intereses sobre el capital que use, no sobre la cantidad total del límite de crédito. Si bien es cierto que la parte acreedora puede cobrar una tarifa mínima sobre el saldo no utilizado. Asimismo, hay que tener en cuenta que algunas entidades cobran una comisión cada vez que el prestatario retira una parte o la totalidad del capital.
Los intereses sobre la cantidad dispuesta se abonan de forma periódica (mensual, trimestral…) y de acuerdo a la tasa firmada en el contrato inicial con la entidad bancaria.
Podríamos decir que el funcionamiento de este producto financiero se asemeja a una tarjeta de crédito. Los clientes pueden acceder al capital aprobado en la línea de crédito siempre que lo necesiten, mientras haya dinero disponible, siempre que la cuenta se haya renovado y permanezca actualizada.
Una línea de crédito personal o una línea de crédito comercial, destinada a afrontar costes asociados al desarrollo empresarial, son claros ejemplos de crédito.
Para concretar el concepto de crédito, haremos una simulación. Imaginemos que una empresa tiene acceso a una línea de crédito de 8.000 € durante un plazo de dos años, que puede usar en su totalidad, en parte o incluso no tocar si no tiene la necesidad. De dicha cantidad, retira 4.000 €, pero todavía tiene acceso a los 4.000 € restantes.
Si, en un momento dado, paga los 4.000 € que había retirado, podrá acceder nuevamente a los 8.000 € completos hasta que concluya el plazo pactado, que se puede ampliar o renovar.
¿Qué diferencias hay entre préstamo y crédito?
Aclarados los conceptos de ambos instrumentos financieros, vamos a detallar las diferencias que existen entre préstamo y crédito.
Acceso al capital
A través de un préstamo, el prestatario tiene acceso al total de los fondos concedidos una única vez. Sin embargo, a través de un crédito el cliente puede acceder al capital de forma continuada y repetida, además de devolver y tomar prestado nuevamente, siempre que se ajuste al límite autorizado y la línea de crédito se mantenga activa. Así, el cliente puede decidir utilizar la línea de crédito a modo de fondo de emergencia al que acceder cuando lo necesite, una y otra vez.
Intereses
A pesar de que los intereses de los préstamos devengan sobre la cantidad total del capital concedido y los intereses de los créditos únicamente se acumulan cuando se accede a los fondos, es cierto que los créditos tienden a estar asociados con tasas de interés más altas que los préstamos.
Plazos
A diferencia de un préstamo, el crédito generalmente se renueva cada año para permitir que el cliente continúe empleando esta línea de crédito según le resulte conveniente. Sin embargo, los préstamos tienen un plazo de amortización más largo que suele prolongarse durante varios años.
Propósito y flexibilidad
Las líneas de crédito, a diferencia de los préstamos que sí que se justifican con un fin de acuerdo a una necesidad específica, se pueden abrir y utilizar sin una finalidad concreta para financiar cualquier propósito, desde compras diarias hasta emergencias o necesidades particulares como renovaciones o consolidación de deudas.
Por este motivo, el crédito proporciona una financiación más flexible, ya que permite acceder al dinero que el prestatario requiere teniendo en cuenta las necesidades de cada momento. Por contra, los préstamos resultan menos flexibles, puesto que el dinero adelantado se invierte en un propósito específico, además se cierran una vez que se pagan y, volver a pedir prestado, requiere solicitar un nuevo préstamo con la entidad bancaria con la consiguiente negociación de condiciones.
Crédito o préstamo, ¿cuál resulta más conveniente para una empresa?
La respuesta a esta pregunta no resulta sencilla y es que la elección entre ambos instrumentos financieros dependerá de las necesidades y la situación de cada empresa.
Las empresas, en la mayoría de los casos, toman decisiones relacionadas con tener suficiente solvencia, liquidez y rentabilidad y así poder gestionar sus operaciones con mayor eficacia. Como hemos visto a lo largo del artículo, los créditos brindan mayor flexibilidad en cuanto a gastos menores. Esto también implica que esta vía de financiación puede ser más indicada para contar con un fondo en situaciones de falta de liquidez de forma ágil y relativamente sencilla.
Si la empresa no accede al capital concedido a través de su línea de crédito, no tendrá que pagar intereses (salvo comisiones asociadas según las diferentes entidades bancarias), pero ahí estará disponible si lo necesita.
No obstante, los préstamos son mucho más viables para llevar a cabo inversiones que requieren una suma grande de dinero y que se pueden anticipar con plazo suficiente a través de una planificación financiera.
Más allá de las ventajas o desventajas de un producto frente a otro, la realidad es que el crédito y el préstamo no son incompatibles, sino que se pueden combinar como dos fórmulas de financiación válidas para un negocio.
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